Tengo pocos amigos, muy pocos.
Los "indispensables" los puedo
contar con los dedos de una mano. Son esas personas que aunque no las vea
seguido, sé que estamos a una llamada o a un whatsapp de distancia.
Son 4 mujeres y un varón.
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Ya pasó el día del amigo, pero ellos sí me ayudarían a esconder un cadáver. |
El varón es Esteban, mi amigo más querido y el que sé que es capaz
de dejar cualquier cosa por venir a darme una mano. Nunca tuve la necesidad de
pedirle nada urgente, pero sé que si lo necesitara él sería el primero en estar
a mi lado. De vez en cuando lo jodo para preguntarle cosas relacionadas a la
salud, como cuando mi hermano estuvo enfermo y supo darme indicaciones más
precisas que un médico especializado. Esteban no es médico, es bioquímico, pero
lo mismo le decimos Doctor.
Lo conocí hace 5 o 6 años, trabajábamos juntos en un laboratorio. Al principio no me caía muy bien, era muy serio y no sociabilizaba, sólo cumplía con su trabajo.
Poco a poco se fue sacando esa coraza super protectora que usaba, y debajo de ella me encontré con una de las personas que más quiero en la vida. Nos hicimos grandes amigos y por lo único que volvería a ese laboratorio sería para volver a trabajar con él y verlo todos los días a las 7.30 de la mañana con su cara de perro tan característica. Los dos dejamos ese trabajo, ahora por las tardes él se dedica a ser bioquímico en el laboratorio de un sanatorio, y por las mañanas tortura alumnos del secundario.
Las mujeres son 100% distintas entre ellas.
Por un lado está Noelia, una persona maravillosa. Es de esas
personas que siempre tienen abierta la puerta de su casa para recibirte. Podes ir
a tomar unos mates o quedarte una semana entera, ella no te cuestiona. Simplemente
me presta su oreja, me muestra su punto de vista y me convida otro mate.
A Noelia la conocí en mi adolescencia por una amiga en común. Después,
en uno de mis primeros trabajos, fuimos compañeras de un turco explotador. Renunciamos
en distintos momentos y no nos volvimos a ver. De vez en cuando nos mandábamos
algún mensaje para saber de la otra y siempre quedábamos en organizar algo que
nunca se daba. Por esas cosas de la vida, un día decidí estudiar Ciencias
Económicas y grande fue mi sorpresa cuando me encontré con ella en la clase
inaugural del ciclo lectivo. Recién ahí, muchos años después de conocernos, nos
hicimos amigas.
Estudiamos juntas, se sumó Silvina (a la que quiero, pero no entra
dentro de los indispensables) y logramos crear una linda amistad. Una amistad
que se mantiene con el tiempo aunque ninguna de las dos esté metida de cabeza
con la facultad.
También está Ivana. Una amiga a la que siempre quise mucho, a la
que conozco hace como 10 años (o tal vez más); éramos inseparables. Tengo cientos
de recuerdos y de anécdotas con ella. Un par de veces discutimos, eso generó
una cierta tensión en nuestra relación; pero después tuvimos otra pelea, nos
dijimos cosas que no deberíamos haber dicho y nos alejamos del todo.
Yo fui la que se mandó la cagada, y ella la potenció.
No tengo palabras para expresar lo mucho que la extrañé. Nuestra amistad
no se merecía una separación así. Estoy convencida que si no me hubiese alejado
de ella, hoy mi vida sería distinta y hubiese sabido tomar decisiones más
sabias.
Un día su gato me agregó a Facebook, fue un pequeño acercamiento.
Después ingresé al mundo de Twitter, empecé a seguir varias
personas y una de esas era ella. Cuando me di cuenta que detrás de Miss Honey
estaba mi amiga Ivana, juro que me sentí feliz. Sin querer, la tecnología nos reencontró.
Pasaron varios meses hasta que nos juntamos una tarde a merendar. Su
vida había cambiado totalmente, y me puso feliz ver todos los logros que había
conseguido en estos años. Lamenté no haber estado a su lado festejando sus
logros o consolando sus tristezas.
No nos vemos muy seguido porque yo vivo en el culo del mundo y
ella tiene como doscientas actividades diarias. Honestamente, no sé cómo le da
el tiempo y la energía para hacer tantas cosas.
Lo importante es que nos volvimos a encontrar.
La tercera mujer es Jimena. Podría hablar horas y horas de Jimena.
Podría contar cada una de sus locuras, de sus caprichos y de sus contestaciones
que me dan ganas de estamparla de una piña contra la pared.
Mi gran problema es que soy demasiado “diplomática” y nunca tengo
los ovarios del tamaño necesario para decirle de frente todo lo que pienso. Tiene
una personalidad tan particular que si le llegó a decir que su vida es una
mierda porque ella hace que su vida sea una mierda, me va a mandar a la mierda
y voy a perder una amistad de casi 20 años.
Sé que le debería decir lo que pienso. Lo que pasa es que no
encuentro una forma cordial de decirle todo. No puedo decirle que es muy
difícil tratar con una persona con un carácter tan particular como el de ella. No
puedo decirle que muchas veces me alejo porque siento que su negatividad me
hunde. No puedo decirle que no le cuento que tengo entrevistas de trabajo
porque siento que le genera envidia.
Nuestras realidades son totalmente distintas. Ella busca trabajo
para independizarse de unos padres jodidos pero que la bancan en todo; yo busco
trabajo para ayudarla a mi mamá. Con sus ahorros, ella se está yendo a Buenos
Aires a ver un recital de un cantante famoso; con mis ahorros vengo manteniendo
mi casa desde hace dos meses que estoy sin trabajo.
Sé que la quiero con el alma. Sé que es mi amiga y que siempre
fuimos incondicionales una con la otra.
Pero en este momento me hace mal y, aunque me duela, tengo que ser
egoísta y mantenerme un poco alejada de ella.
Yo no estoy bien y estoy un poco cansada de ser la “fuerte” de
nuestra amistad.
Solo espero que cuando tenga las fuerzas para ayudarla, ya no sea
demasiado tarde.
La cuarta y última, pero no por eso menos importante, es mi Anita.
No, no es Anita es MI Anita.
Ana Inés es la única amiga que tengo del colegio. Antes también
estaba la Pato, pero ya no.
Con Ana Inés tengo una especie de conexión rara. Sería algo así
como un sexto sentido. Ella ya es mamá y le falta poco para recibirse de psicóloga.
Una noche de la semana pasada no me podía dormir, no podía dejar de pensar en
ella. Ya estaba próxima a la fecha de parto de su segundo bebé y me juré que al
día siguiente la iba a llamar. Grande fue mi sorpresa, o no, cuando a la mañana
siguiente leo en Facebook que la noche anterior había nacido
Evaristo.

Me pasó algo parecido cuando se hizo el test de su primer hijo. Por
esas cosas extrañas, esa mañana la busqué en el trabajo (las dos trabajábamos
en el call pero para distintas campañas y raramente nos cruzábamos), fui a su
box pero no estaba, sus compañeras me dijeron que se había ido al baño y ahí la
encontré haciéndose un Evatest porque tenía un retraso. Y ahí estuve cuando se
enteró que iba a ser mamá por primera vez. También pensé mucho en ella un día
de Febrero, le mandé un mensaje y me contó que esa tarde había nacido
Francisco.
Con Anita no nos vemos nunca. Siempre le juro y le perjuro que voy
a ir a verla y nunca voy. Ella no se enoja, dice que ya sabe que soy así y que
lo mismo me quiere.
Internamente sé que no voy a verla porque a ella no le puedo
mentir. Sé que apenas la vea voy a llorar en sus brazos y le voy a contar lo
miserable que me siento.
Anita es mi amiga preferida, pero a la que más esquivo. La esquivo
porque no me animo a enfrentar esta realidad que estoy viviendo. No era la vida
que pensaba tener a los 30 años, 31 en realidad.
Antes de ir a verla, necesito hacer un auto análisis y no me siento
preparada para eso.
En fin, estos son mis amigos indispensables. A la mayoría los veo
muy poco, pero siempre están presentes.
Una es como mi madre y otra es como hija.
El único varón se parece a mí ideal de hombre, pero le faltan
algunas cosas y nunca sentí algo más que una hermosa y pura amistad.
Las meriendas me ayudan a hacer catarsis, y también ayudan a que
Ivana haga su catarsis.
Y los mates de Noelia tienen sabor a familia.