martes, 3 de septiembre de 2013

Mi Lola

Lo más triste y doloroso del 2012 fue perder a mi Lola. 

Nunca volvió a caminar, sus patas traseras empezaron a lastimarse porque no se quedaba quieta y llegó un momento en que era carne viva. La vendaba pero ella se sacaba las vendas. Llegó a comerse su propia carne. Tampoco podía hacer la pis, había que ayudarla y se hacía la caca a cada rato.

Me había jurado no sacrificarla, toda la vida dije que a una mascota hay que darle los mismos cuidados que a un ser humano. No dejaría que le quiten la vida a alguien de mi familia porque no pueda caminar, pero lo de la Lola nos superó a todos.

Cada mañana tenía miedo de encontrarla desangrada.

No me perdono por haberla sacrificado, no me perdono por no haberle comprado un carrito el primer día, no me perdono por no haberla enterrado en mi jardín. No me perdono haberla dejado morir.

La extraño horrores. Extraño hacerla jugar con su pelota, o verla llevarse su plato. Extraño sus ladridos en medio de la noche, extraño sentirme cuidada.

Estoy enojada con Fernando por no haberla curado. Es el mejor veterinario que existe y no la curó.
Pero en realidad no estoy enojada con él. Lo primero que me dijo fue que le comprara un carrito, que eso la iba a ayudar a movilizarse y tal vez la ayudaba a volver a caminar, pero no se lo compré.

No sé por que no lo hice. No sé si fue por miserable o porque no me di cuenta de la magnitud de lo que pasaba.

Cuando Fernando le puso las inyecciones, la abracé y le pedí perdón. Lo único que hice fue abrazarla, llorar y pedirle perdón.
Que tu mascota del alma muera en tus brazos es lo más triste y doloroso que me pasó en la vida. No se lo deseo a nadie, ni a la persona más mala.
Fue la primera vez que sentí que con ella se murió una parte de mi alma.

Sé que la muerte forma parte de la vida. Que todos nacemos y que todos morimos.
Perdí a mi abuela, perdí a la Monina, pero ellas murieron porque ya eran grandes, y murieron de forma natural. A ninguna de las dos le tuve que poner una inyección para terminar con sus vidas. No fui yo la que terminó con sus vidas. 

Por eso me duele tanto. Yo no era quién para decidir que mi Lola ya no tenía que seguir luchando.



No estoy enojada con Fernando. Estoy enojada conmigo. Todos los días de mi vida voy a sentir que pude haber hecho algo más por ella y no lo hice.

domingo, 1 de septiembre de 2013

Todos distintos, todos iguales.


Tengo pocos amigos, muy pocos.

Los "indispensables" los puedo contar con los dedos de una mano. Son esas personas que aunque no las vea seguido, sé que estamos a una llamada o a un whatsapp de distancia.
Son 4 mujeres y un varón.

Ya pasó el día del amigo, pero ellos sí me ayudarían a esconder un cadáver.
El varón es Esteban, mi amigo más querido y el que sé que es capaz de dejar cualquier cosa por venir a darme una mano. Nunca tuve la necesidad de pedirle nada urgente, pero sé que si lo necesitara él sería el primero en estar a mi lado. De vez en cuando lo jodo para preguntarle cosas relacionadas a la salud, como cuando mi hermano estuvo enfermo y supo darme indicaciones más precisas que un médico especializado. Esteban no es médico, es bioquímico, pero lo mismo le decimos Doctor.
Lo conocí hace 5 o 6 años, trabajábamos juntos en un laboratorio. Al principio no me caía muy bien, era muy serio y no sociabilizaba, sólo cumplía con su trabajo.
Poco a poco se fue sacando esa coraza super protectora que usaba, y debajo de ella me encontré con una de las personas que más quiero en la vida. Nos hicimos grandes amigos y por lo único que volvería a ese laboratorio sería para volver a trabajar con él y verlo todos los días a las 7.30 de la mañana con su cara de perro tan característica. Los dos dejamos ese trabajo, ahora por las tardes él se dedica a ser bioquímico en el laboratorio de un sanatorio, y por las mañanas tortura alumnos del secundario.

Las mujeres son 100% distintas entre ellas.

Por un lado está Noelia, una persona maravillosa. Es de esas personas que siempre tienen abierta la puerta de su casa para recibirte. Podes ir a tomar unos mates o quedarte una semana entera, ella no te cuestiona. Simplemente me presta su oreja, me muestra su punto de vista y me convida otro mate.
A Noelia la conocí en mi adolescencia por una amiga en común. Después, en uno de mis primeros trabajos, fuimos compañeras de un turco explotador. Renunciamos en distintos momentos y no nos volvimos a ver. De vez en cuando nos mandábamos algún mensaje para saber de la otra y siempre quedábamos en organizar algo que nunca se daba. Por esas cosas de la vida, un día decidí estudiar Ciencias Económicas y grande fue mi sorpresa cuando me encontré con ella en la clase inaugural del ciclo lectivo. Recién ahí, muchos años después de conocernos, nos hicimos amigas.
Estudiamos juntas, se sumó Silvina (a la que quiero, pero no entra dentro de los indispensables) y logramos crear una linda amistad. Una amistad que se mantiene con el tiempo aunque ninguna de las dos esté metida de cabeza con la facultad.

También está Ivana. Una amiga a la que siempre quise mucho, a la que conozco hace como 10 años (o tal vez más); éramos inseparables. Tengo cientos de recuerdos y de anécdotas con ella. Un par de veces discutimos, eso generó una cierta tensión en nuestra relación; pero después tuvimos otra pelea, nos dijimos cosas que no deberíamos haber dicho y nos alejamos del todo.
Yo fui la que se mandó la cagada, y ella la potenció.
No tengo palabras para expresar lo mucho que la extrañé. Nuestra amistad no se merecía una separación así. Estoy convencida que si no me hubiese alejado de ella, hoy mi vida sería distinta y hubiese sabido tomar decisiones más sabias.
Un día su gato me agregó a Facebook, fue un pequeño acercamiento.
Después ingresé al mundo de Twitter, empecé a seguir varias personas y una de esas era ella. Cuando me di cuenta que detrás de Miss Honey estaba mi amiga Ivana, juro que me sentí feliz. Sin querer, la tecnología nos reencontró.
Pasaron varios meses hasta que nos juntamos una tarde a merendar. Su vida había cambiado totalmente, y me puso feliz ver todos los logros que había conseguido en estos años. Lamenté no haber estado a su lado festejando sus logros o consolando sus tristezas.
No nos vemos muy seguido porque yo vivo en el culo del mundo y ella tiene como doscientas actividades diarias. Honestamente, no sé cómo le da el tiempo y la energía para hacer tantas cosas.
Lo importante es que nos volvimos a encontrar.

La tercera mujer es Jimena. Podría hablar horas y horas de Jimena. Podría contar cada una de sus locuras, de sus caprichos y de sus contestaciones que me dan ganas de estamparla de una piña contra la pared.
Mi gran problema es que soy demasiado “diplomática” y nunca tengo los ovarios del tamaño necesario para decirle de frente todo lo que pienso. Tiene una personalidad tan particular que si le llegó a decir que su vida es una mierda porque ella hace que su vida sea una mierda, me va a mandar a la mierda y voy a perder una amistad de casi 20 años.
Sé que le debería decir lo que pienso. Lo que pasa es que no encuentro una forma cordial de decirle todo. No puedo decirle que es muy difícil tratar con una persona con un carácter tan particular como el de ella. No puedo decirle que muchas veces me alejo porque siento que su negatividad me hunde. No puedo decirle que no le cuento que tengo entrevistas de trabajo porque siento que le genera envidia.
Nuestras realidades son totalmente distintas. Ella busca trabajo para independizarse de unos padres jodidos pero que la bancan en todo; yo busco trabajo para ayudarla a mi mamá. Con sus ahorros, ella se está yendo a Buenos Aires a ver un recital de un cantante famoso; con mis ahorros vengo manteniendo mi casa desde hace dos meses que estoy sin trabajo.
Sé que la quiero con el alma. Sé que es mi amiga y que siempre fuimos incondicionales una con la otra.
Pero en este momento me hace mal y, aunque me duela, tengo que ser egoísta y mantenerme un poco alejada de ella.
Yo no estoy bien y estoy un poco cansada de ser la “fuerte” de nuestra amistad.
Solo espero que cuando tenga las fuerzas para ayudarla, ya no sea demasiado tarde.

La cuarta y última, pero no por eso menos importante, es mi Anita.
No, no es Anita es MI Anita.
Ana Inés es la única amiga que tengo del colegio. Antes también estaba la Pato, pero ya no.
Con Ana Inés tengo una especie de conexión rara. Sería algo así como un sexto sentido. Ella ya es mamá y le falta poco para recibirse de psicóloga. Una noche de la semana pasada no me podía dormir, no podía dejar de pensar en ella. Ya estaba próxima a la fecha de parto de su segundo bebé y me juré que al día siguiente la iba a llamar. Grande fue mi sorpresa, o no, cuando a la mañana siguiente leo en Facebook que la noche anterior había nacido
Evaristo.
Me pasó algo parecido cuando se hizo el test de su primer hijo. Por esas cosas extrañas, esa mañana la busqué en el trabajo (las dos trabajábamos en el call pero para distintas campañas y raramente nos cruzábamos), fui a su box pero no estaba, sus compañeras me dijeron que se había ido al baño y ahí la encontré haciéndose un Evatest porque tenía un retraso. Y ahí estuve cuando se enteró que iba a ser mamá por primera vez. También pensé mucho en ella un día de Febrero, le mandé un mensaje y me contó que esa tarde había nacido Francisco.
Con Anita no nos vemos nunca. Siempre le juro y le perjuro que voy a ir a verla y nunca voy. Ella no se enoja, dice que ya sabe que soy así y que lo mismo me quiere.
Internamente sé que no voy a verla porque a ella no le puedo mentir. Sé que apenas la vea voy a llorar en sus brazos y le voy a contar lo miserable que me siento.
Anita es mi amiga preferida, pero a la que más esquivo. La esquivo porque no me animo a enfrentar esta realidad que estoy viviendo. No era la vida que pensaba tener a los 30 años, 31 en realidad.
Antes de ir a verla, necesito hacer un auto análisis y no me siento preparada para eso.

En fin, estos son mis amigos indispensables. A la mayoría los veo muy poco, pero siempre están presentes.
Una es como mi madre y otra es como hija.
El único varón se parece a mí ideal de hombre, pero le faltan algunas cosas y nunca sentí algo más que una hermosa y pura amistad.
Las meriendas me ayudan a hacer catarsis, y también ayudan a que Ivana haga su catarsis.
Y los mates de Noelia tienen sabor a familia.