lunes, 25 de marzo de 2013

Balance

Ayer escribí un post en el que contaba el día que mi papá me dijo que era lenta.

En parte es verdad, soy lenta para muchas cosas.

Soy lenta para enojarme.
Soy lenta para decir lo que pienso realmente.
Soy lenta para pensar en mi.
Soy lenta para ser una prioridad.
Soy lenta para admitir que un amigo me defraudó.
Soy lenta para sentir rencor.
Soy lenta para mandar a las personas que se lo merecen a la mierda.
Soy lenta para pelear por lo que es mío.
Soy lenta...

Soy tan lenta que está terminando el primer trimestre del año y recién ahora junto coraje para sentarme a hacer un análisis de lo que fue para mi el 2012.

El 2012 empezó muy bien.
Tenía novio, buenos amigos y un proyecto de vacaciones.
Enero del 2012 lo pasé en Mar del Plata. Después de 8 años volví a sentir el olor del mar y el viento característico de la playa. Un 99.9% de mi ser no se quería volver. Si no fuera tan lenta, me hubiese arriesgado a quedarme y a buscar trabajo. Amo el mar, las playas, el viento, el clima. Si algún día se me presenta la oportunidad de irme a vivir a un lugar con mar espero ser un poco egoísta e irme.

Terminaron las vacaciones, volví a mi trabajo en un call center y volví a la rutina.
En Marzo empezaron las clases. Me puse las pilas como nunca y no terminé el cuatrimestre de la forma en que yo esperaba. Tal vez le tendría que haber dedicado más tiempo o, tal vez, soy lenta y es necesario que recurse algunas materias.

Un día de Mayo una amiga me mandó un mensaje para que me postule a un trabajo que había salido en la página de ZonaJobs. Era para una obra social que abría una sucursal cerca de mi casa. De todos los requisitos que ellos solicitaban, yo cumplía con todos.
Me postulé muy ilusionada. Estaba segura que me iban a llamar para ese trabajo.
En la misma página figuraba otro aviso, menos llamativo, pasaba casi inadvertido, como yo.
"Empresa Área solicita Agente de Atención al Pasajero" decía el aviso. Con un solo click me postulé.

Esperé la llamada de la Obra Social. Nunca llegó.
Me llamaron para una entrevista para ser agente. El día de la entrevista fui a la terminal de micros con la intención de tomar uno que me lleve al aeropuerto. Grande fue mi sorpresa cuando me enteré que solo había 4 al día y ninguno en el horario que yo necesitaba. Decidí no ir, "es muy lejos" me dije.
Unos minutos después estaba esperando un ómnibus que nunca antes había tomado. Un señor me indicó que me bajara pasando el puente y que ahí tomara un taxi hasta el aeropuerto. Así lo hice.
Llegué, esperé un rato y Mariano vino a mi encuentro. Se presentó como el Jefe de Base y me invitó a pasar a un salón donde nos esperaba una chica de Recursos Humanos que había venido de Buenos Aires.
Ellos preguntaban y yo contestaba. Me explicaron un poco en qué consistía el trabajo y me explicaron cómo era el proceso de selección.
Les agradecí por haberme llamado y me fui entusiasmada, pero no convencida del todo porque la distancia me parecía inmensa.
La vuelta a casa la cuento en otro momento. Merece su espacio.

Días después me llamaron para una segunda entrevista. Esta vez era en una consultora con una psicóloga.
Me hizo muchas preguntas. Me pidió que copiara dibujos y, por último, me pidió que dibujara una persona bajo la lluvia. No sabía de la existencia de este tipo de test.
Salí totalmente desorientada.

Debo haber hecho un buen dibujo porque al poco tiempo me llamaron para que vaya a hacerme los análisis pre ocupacionales.

El 10 de Julio me llamaron para avisarme que había sido seleccionada para el puesto.
No lo podía creer.
Mis dudas y mis miedos los escribí en un post del año pasado.

Sin imaginarlo entré a trabajar a una de las mejores empresas que existen en la Argentina.
Me enamoré de la empresa, y le rogué a Dios que mi tiempo con ellos sea mayor al de 3 meses.
No lo fue. El 21 de Noviembre fue mi último día del 2012 en el Aeropuerto.
Lloré como si hubiese perdido a toda mi familia en un accidente.

Empecé a buscar trabajo y al mes ingresé como Recepcionista de un hotel.
Fue el peor trabajo que tuve en mi vida. Un ambiente de mierda, con compañeros de mierda (salvo ciertas excepciones), un buen gerente al que la mayoría subestimaba; un sueldo mediocre y huéspedes con aires de grandeza. De los horarios de trabajo prefiero no hablar.

Pero bueno, la necesidad económica me obligaba a aguantar ese trabajo. Prefería estar ahí antes que estar encerrada en mi casa.

Un día de Enero sonó mi celular y el identificador de llamadas me mostraba el número de Mariano.
Habían pasado unos días de mi cumpleaños y pensé que me llamaba para saludarme; pero no era él, era el nuevo jefe de base de la empresa de la que me había enamorado (a Mariano lo ascendieron y el nuevo jefe se quedó con el celular corporativo); me comentó que otra de mis compañeras entraba de licencia por maternidad y me preguntó si quería cubrir dicha licencia.
Obviamente contesté que sí; pero él aclaró una vez más que era solo para cubrir la licencia.

Una vez más renuncié a un trabajo y corrí a los brazos de mi amada empresa.
Estuve 4 maravillosos meses y me ilusioné con quedar efectiva o que lo autoricen a mi jefe a que cubra un tercer remplazo por maternidad. Lamentablemente, ninguna de las dos cosas se dio.

Mi último día lloré como una nena. Mis mejores compañeros me hicieron un cartelito muy tierno y me regalaron un anillo de San Benito.
Después me engañaron de la mejor manera y me encontré en medio de una despedida donde estaba la mayor parte del grupo.
Me sentí muy pero muy querida.

Y ahora estoy sin trabajo. Viviendo de lo que pude ahorrar durante esos 4 meses.
Mantengo la mayor de mi casa y no consigo nada.
Tuve un par de entrevistas, pero no me volvieron a llamar y, a decir verdad, tampoco quería que me llamen.

Cada entrevista que tengo hace que extrañe más mi trabajo.

Hace casi un mes y medio que fue mi último día en el Aeropuerto; sin embargo sigo considerando que es MI trabajo.
Sueño con él. Lo extraño con el alma y todos los días le pido a Dios que me ayude a volver.
Incluso prometí que si vuelvo a trabajar ahí, me corto el pelo bien cortito y lo dono a los niños del Hospital de Niños para que puedan usarlo para pelucas.

Nunca sentí una pasión por nada.
Nunca amé la música o el arte o el deporte; mi vida siempre giró en torno a la apatía hasta que conocí esa empresa.
Doy todo por volver a ponerme ese uniforme y por volver a pintar mis labios de rojo.

Un balance tardío. Lo termino 8 meses después.

Fue un buen año, conocí al amor de mi vida pero me quitó a mi Lola.

domingo, 24 de marzo de 2013

Un post y una foto por día

He visto más de un escritor (?) de blog que eligió la misión de escribir un post cada día durante un año.
Sé que no es tarea fácil porque muchas veces no sabemos bien qué es lo que queremos escribir, o directamente sentimos que no tenemos nada para contar.

A la derecha de la pantalla de mi blog hay una lista de temas que iban a ser contados (o tratados) en este espacio; sin embargo, creo que no le he dedicado el tiempo y las lineas que se merecen a prácticamente ninguno de ellos.


Hace más de 10 años atrás rendí el ingreso a Medicina de la UNT. Lo rendí una vez y lo desaprobé; lo rendí una segunda vez y lo volví a desaprobar.

Fallar en ese examen fue la primera experiencia realmente dura que me había tocado vivir en toda mi vida. Si me habían pasado cosas feas antes, como la muerte de mi abuela, crecer con padres divorciados y convivir con un hermano discapacitado; pero esos aplazos afectaron directamente a mi burbuja. Me hicieron aprender que la mayoría de las veces, las cosas no salen tal cual como fueron planeadas.

Después de haber desaprobado por segunda vez, mi papá me dijo una frase con la que cargo hasta el día de hoy. Muy suelto de cuerpo y considerándose con una inteligencia superior me dijo "A lo mejor no apruebas el ingreso porque sos lenta"; como si esas palabras no fueran lo suficientemente hirientes para un hijo agregó: "En tu colegio todos pasaban de curso porque los padres pagaban la cuota"

Esa frase dañina y extremadamente hiriente, dicha por mi padre al pasar, sigue retumbando en mi cabeza cada día de mi vida.


Creo que por bronca y por capricho rendí el ingreso por tercera vez y logré convertirme en estudiante de la Facultad de Medicina de la UNT. Lo rendí por capricho, no quería que mi papá tuviese razón, no quería que él pensara que yo era lenta.
Ingresar a Medicina fue un capricho porque al final dejé (como casi todo en mi vida); es más, creo que antes de rendir por última vez yo ya sabía que esa no era mi vocación, pero no quería darle la razón a mi papá.
Quería demostrarle que no soy lenta.

El problema es que tanto me dolió que me haya dicho eso, que muchas veces siento que él tenía razón.


 La foto del día: http://pinterest.com/pin/137570963590119291/


sábado, 23 de marzo de 2013

Es hora...

Una pregunta simplemente inofensiva desencadenó en una pelea en la que con mi novio desde hace 8 años (entre muchas idas y vueltas) decidiéramos cortar.

Hace rato que vengo pensando (y sintiendo) que entre nosotros ya no hay amor. Lo que nos une son muchos recuerdos compartidos y una especie de dependencia mutua. Nos une la costumbre, la comodidad.

Hemos llegado a esa etapa de la relación en la que prácticamente todo nos da igual. Queremos que el otro se sienta bien, pero no hacemos absolutamente nada para que eso ocurra.
Si nos vemos bien, y si no nos podemos ver no importa.
Nuestras conversaciones telefónicas son meramente informativas. Cada uno le cuenta al otro lo que le pasó durante el día, nos mandamos un beso de buenas noches y hasta mañana.
Raras veces nos vemos más de una o de dos veces por semana.
La excusa de él es que anda mal de plata, mi excusa es el rechazo que siento en solo pensar en ir al centro.
Los dos sabemos que son solo excusas. En otros tiempos me subí a un 118 con la simple excusa de devolverle unos CD, y él aparecía de la nada para invitarme a tomar un helado o una gaseosa en la rotonda.

Estamos cansados. No sé si nos hemos cansado uno del otro o si estamos cansados de la vida que venimos viviendo hace un largo tiempo.
A eso hay que sumarle la falta de proyectos en común. Aunque debemos reconocer que tampoco tenemos proyectos individuales. Los dos vivimos para trabajar, para ayudar en nuestras casas y para pagar deudas que ni sabemos en que momento de nuestras vidas contrajimos. 

Es hora de tomar coraje.

Los dos tenemos que agarrarnos fuertemente de esta nueva ruptura y tomar caminos diferentes, caminos que nos lleven a cada uno a donde sea que queremos ir.
Tristemente debemos reconocer que nuestros puntos de destino no son los mismos.
Yo, en lo personal, no sé a donde quiero ir; él tal vez si.

Tengo que ser fuerte y no recordar que es un gran tipo con un corazón de oro que me quiso y que me cuido más que nadie.
Tengo que recordar que, a pesar de que nos queremos, no nos hacemos bien. No puedo pretender que él renuncie a su deseo de ser padre. Él no puede pretender que yo renuncie a mis deseos de recibirme.

Él nunca va a olvidar el daño que una vez le hice. Yo tampoco.
Ese error que cometí va a seguir apareciendo en cada una de nuestras peleas. Él no merece tener que recordarlo cada vez que discutimos por algo; yo ya no quiero seguir pidiendo perdón.

No le gusta parte de mi familia. A mi no me gusta la mayor parte de la suya.

El sexo tampoco es bueno.

Queremos cosas distintas, somos distintos y nuestras diferencias ya no nos complementan.

Es hora de dar una vuelta de hoja...