sábado, 23 de marzo de 2013

Es hora...

Una pregunta simplemente inofensiva desencadenó en una pelea en la que con mi novio desde hace 8 años (entre muchas idas y vueltas) decidiéramos cortar.

Hace rato que vengo pensando (y sintiendo) que entre nosotros ya no hay amor. Lo que nos une son muchos recuerdos compartidos y una especie de dependencia mutua. Nos une la costumbre, la comodidad.

Hemos llegado a esa etapa de la relación en la que prácticamente todo nos da igual. Queremos que el otro se sienta bien, pero no hacemos absolutamente nada para que eso ocurra.
Si nos vemos bien, y si no nos podemos ver no importa.
Nuestras conversaciones telefónicas son meramente informativas. Cada uno le cuenta al otro lo que le pasó durante el día, nos mandamos un beso de buenas noches y hasta mañana.
Raras veces nos vemos más de una o de dos veces por semana.
La excusa de él es que anda mal de plata, mi excusa es el rechazo que siento en solo pensar en ir al centro.
Los dos sabemos que son solo excusas. En otros tiempos me subí a un 118 con la simple excusa de devolverle unos CD, y él aparecía de la nada para invitarme a tomar un helado o una gaseosa en la rotonda.

Estamos cansados. No sé si nos hemos cansado uno del otro o si estamos cansados de la vida que venimos viviendo hace un largo tiempo.
A eso hay que sumarle la falta de proyectos en común. Aunque debemos reconocer que tampoco tenemos proyectos individuales. Los dos vivimos para trabajar, para ayudar en nuestras casas y para pagar deudas que ni sabemos en que momento de nuestras vidas contrajimos. 

Es hora de tomar coraje.

Los dos tenemos que agarrarnos fuertemente de esta nueva ruptura y tomar caminos diferentes, caminos que nos lleven a cada uno a donde sea que queremos ir.
Tristemente debemos reconocer que nuestros puntos de destino no son los mismos.
Yo, en lo personal, no sé a donde quiero ir; él tal vez si.

Tengo que ser fuerte y no recordar que es un gran tipo con un corazón de oro que me quiso y que me cuido más que nadie.
Tengo que recordar que, a pesar de que nos queremos, no nos hacemos bien. No puedo pretender que él renuncie a su deseo de ser padre. Él no puede pretender que yo renuncie a mis deseos de recibirme.

Él nunca va a olvidar el daño que una vez le hice. Yo tampoco.
Ese error que cometí va a seguir apareciendo en cada una de nuestras peleas. Él no merece tener que recordarlo cada vez que discutimos por algo; yo ya no quiero seguir pidiendo perdón.

No le gusta parte de mi familia. A mi no me gusta la mayor parte de la suya.

El sexo tampoco es bueno.

Queremos cosas distintas, somos distintos y nuestras diferencias ya no nos complementan.

Es hora de dar una vuelta de hoja...

2 comentarios:

  1. Es la primera vez que te leo, y después de hacerlo sentí empatia involuntaria, quizá por que en ciertas partes de tu relato me sentí representado, como si fuese parte de mi historia lo que estabas contando; pero no terminaba de entender ese desconsuelo, de insatisfacción insoportable que se muestra, entonces me puse a investigar tus entradas anteriores. Encontré respuestas, pero que puedo saber yo sobre eso.
    El tiempo es jodido con las relaciones largas que se mantienen en un mismo sitio, las erosiona, puede volverlas planas, sin emoción, hasta sin deseo, como si el interés de uno por el otro se hubiese evaporado, es raro, pero es lo que suele pasar.
    Hay veces que prolongamos decisiones por miedo, o por comodidad, o simplemente por indiferencia, creo que la tercera es la más peligrosa. Lo cierto es que no hay respuestas ciertas, ni palabras precisas, solo hay un instinto que te lleva a intentar ordenar un poco el ruido que tenes por dentro con símbolos que sacas hacia afuera, hace bien, sigue haciéndolo. Es la primera vez que escribís algo en el año, y es por un profundo cambio en tu vida. Sigue escribiendo, y suerte, recién estas comenzando, justo cuando acabas de terminar.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sería lindo escuchar las respuestas q encontraste.
      Tal vez están ahí y yo no las veo.
      Gracias.

      Eliminar